ALE Y ALÍ. Paco Doblas

ALE Y ALÍ.*

*Este relato ha sido premiado en el IX Concurso de Relatos y viajes solidarios LO VIVES, LO CUENTAS de la Fundación Juan Bonal

 

     Ale y Alí no se conocen, pero tienen varias cosas en común, además de las dos terceras parte de su nombre. Ambos tienen 21 años y un corazón lleno de sueños y anhelos, como suele ocurrir en esa etapa de la vida en el que se rompen las amarras familiares y uno empieza a construir su propio proyecto vital. Ale y Alí también tienen en común que ambos viven a la orilla de un mismo mar hermoso que les colorea un horizonte acuático y añil, el mar Mediterráneo. Pero aún siendo el mismo mar, las mismas olas, el mismo olor a sal, el mismo clima benigno y templado, los mismos atardeceres rojiazules, hay una diferencia abismal, Ale vive en la orilla norte y Alí, vive en la otra orilla, en la rivera sur. Se acaba el mes de septiembre y es esa hora de la tarde en la que el horizonte se vuelve un campo de batallas entre la luz poniente y la oscuridad, Ale mira al Mediterráneo desde la terraza de su apartamento en primera línea  de mar en el Palo en Málaga, Alí hace lo mismo desde la arena de una playa de Alhucema. Ambos piensan en un viaje por la inmensidad azul. Los dos tienen en su mano un teléfono móvil y un número al que llamar, el de Ale es un teléfono sacado de un folleto de cruceros, el de Alí  es un teléfono que le ha pasado un conocido de su amigo Faisal que hace viajes al paraíso.

     Ale se apoya en la barandilla de la terraza mirando el mar y marca el número de la agencia.

—Viajes Mare Nostrum, le atiende Silvia en que puedo servirle.

—Hola Silvia, soy Alejandro Rodríguez hablé contigo ayer por la mañana, he estado pensando en la oferta del crucero de 8 días y 7 noches para la segunda semana de octubre.

     Alí se sienta en la arena y también llama por su móvil.

—Dígame

—Señor Nasim soy Alí

—Ah sí Alí, dime hijo.

—Apúnteme para el próximo viaje.

—De acuerdo hijo ¿Has juntado ya el dinero?

—Si señor Nasim.

—Bien hijo, la semana que viene te llamaré y ya te diré que día saldremos exactamente.

     Ale cuelga el teléfono con una sonrisa, piensa en su viaje en un buque de lujo, con piscina, jacuzzi, discoteca, gimnasio… Mira en el folleto las fotos de la suite y después el itinerario Málaga, Ibiza, Túnez, Palermo, Marsella, Tánger y de nuevo Málaga. Mira relajado como atardece el otoño sobre el mar.

     Alí también piensa sentado en su playa, apoyando su cara contra el puño que contiene su teléfono móvil. Piensa también en su marcha, en una pequeña embarcación atestada de gentes, que como él, solo piensan en escapar de esa orilla sur que le parece una jaula para sus sueños. Su viaje no tiene un itinerario fijo, tan sólo cruzar al otro lado. Alí escucha estallar las olas en un mar que se oscurece y su cara se llena de pavor.

Dos semanas después Ale y Alí salen de viaje, la mar está revuelta, pero para Ale con la adrenalina a cien aquellas olas rompiendo contra el casco que se ven tan pequeñas desde el balcón de la suite y aquellas mecidas les parecen incluso divertidas. Sin embargo en la patera de Alí, más de cincuenta personas hombro con hombro son bamboleadas al capricho furioso de las aguas. Solo se respira un miedo profundo y negro.

Ocho días después Ale y Alí han acabado su viaje. Ale queda aquella misma tarde con su amigo y compañero de trabajo Luís en ese chiringuito de la playa del Palo que tanto les gusta para hablar del viaje.

—¿Cómo estás tío? Cuéntame granuja, estas hasta moreno.

—Si quitando los dos primeros días el resto ha hecho muy bueno, ¿no te dije yo que octubre era todavía un buen mes para las vacaciones? No te puedes ni imaginar el pedazo de viaje que me he pegado.

—¡Joder, que envidia! ,me tenía que haber apuntado.

—Ya te enseñaré las fotos, ya te enseñaré. Y además he ligado por partida doble con una madrileña en el barco y en Palermo con una italiana que estaba buenísima.

—¡Joder tío, joder!

—En fin todo de lujo, no me veas que suite y tan sólo por 1.200€.

—¡Vaya chollo!, 1.200€, la paga extra de verano, ¿no? Nada, que te tenía que haberte hecho caso y habernos ido juntos. Ahora el año que viene no me lo quita nadie.

Ale se ríe con su amigo Luís mientras revive su viaje marino. Por una mágica casualidad, como si alguien hubiera querido ponerle una banda sonora a la escena, empieza a sonar la canción de Serrat “Quizás porque mi niñez sigue jugando en tus playas…” La canción compite con las risas y las olas de ese su mar Mediterráneo que a Ale y Luis le huele más que nunca a libertad.

Y más o menos a esa misma hora, Alí está de nuevo sentado en aquella playa de Alhucema, mirando cómo la tarde otoñal se va diluyendo en el mar. Su amigo Faisal lo ve y corre hacia él.

—Hola Alí, me alegro de verte ¿Cómo tu por aquí, pero no cruzaste el mes pasado?

—Sí cruce, amigo, cruce.

— ¿Y qué ha pasado, como estas aquí otra vez de nuevo?

— Fue terrible, amigo, terrible. Hizo muy mal tiempo, creí que la patera se iba a partir en dos, no sé ni cuantas horas estuvimos allí dentro, empapados, la gente gritaba ¡vamos a morir!

— Bueno ¿y qué paso?

— Cuando ya por fin vimos la costa al otro lado apareció una patrullera española de la Guardia Civil y entonces el patrono de la patera dijo que no se podía acercar más, que él se daba media vuelta que saltáramos y nadáramos hasta la orilla. Una gente empezó a saltar, otros increparon al patrón que gritaba ¡Todo el mundo fuera, todo el mundo fuera! Alguien me empujó y caí al agua, la playa estaba muy lejos pude estar nadando casi una hora, creí que me ahogaría, al menos cuatro personas murieron fue terrible, terrible.

    A Alí no le salían las palabras de la garganta.

—Tranquilo, amigo, tranquilo. — Le calmó Faisal. Sé secó las lagrimas, respiró profundo y prosiguió con su relato.

—Después cuando llegue a la playa, no podía apenas ni moverme, un Guardia Civil me cogió. He estado dos días en un hospital de Málaga, y después en un centro de internamiento, mientras se tramitaba la repatriación y el maldito viaje de vuelta, otra vez aquí.

Alí metió la cabeza entre las piernas y empezó a llorar angustiado.

—Tranquilo amigo, no llores, por lo menos sigues vivo y estas aquí.

—Claro, por eso lloro, porque estoy otra vez aquí ¿Y sabes lo peor de todo? Que esta aventura me ha costado 1.200€, nada más y nada menos que 1.200€, los ahorros de toda mi familia ¡Que Alá nos ampare! No tenemos nada ¿Que vamos a hacer ahora?

Faisan consoló a su amigo echándole su brazo por lo alto. Alí se quedo callado, escuchando la eterna música de las olas y mirando aquel mar oscuro ya por la noche que se extendía ante él que ahora le parecía más que nunca una inmensa cárcel de agua.

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