Está semana llegué de nuevo a Ciudad de Guatemala y mi viaje ha entrado en otra fase. Si en CDMX, como expliqué en la anterior crónica hice mis primeros recitales poéticos, durante esta primera semana lluviosa de septiembre le ha tocado el turno a los talleres, específicamente a los talleres de haikus. Y además de agua han llovido los haikus sobre la Ciudad de Guatemala, he realizado mi taller HAIKU. LA POESÍA DEL AQUÍ Y EL AHORA en los espacios más variados y diversos como veréis. Una parte importante de esta crónica va a ir dedicada a informar sobre todos estos eventos, pero también en expresar esa lluvia de sensaciones que es La Ciudad de Guatemala.
Para resaltar el protagonismo que han tenido los haikus me he decidido por jalonar el texto con estos micropoemas que son como fotografías de palabras que intentan atrapar una verdad poética en el estrecho espacio de 17 sílabas.
De Ciudad de México a Ciudad de Guatemala. Viajar con libros 3ª parte.
Salí de CDMX, rumbo a mi campamento base en Ciudad de Guatemala el domingo 1 de septiembre. La salida de la capital mexicana, no fue tan abrupta afortunadamente como lo fue la entrada, pero también hubo algún destacado suceso que os quiero contar, para seguir con la tercera entrega de lo que ha acabado convirtiéndose en una sección habitual de estas mis crónicas centroamericanas, me refiero como no a Viajar con libros.
Ya os conté lo lúgubre de mi hostal en CDMX, entre otras lindezas, tenía unas escaleras casi verticales que daban vértigo bajarlas desde la segunda planta en donde estaba alojado, había que hacer durante el peligroso descenso, un ejercicio intensivo de mindfulness o Atención Plena para descenderlas sin descalabrarse. Pero en ese último día el reto era mayor, tocaba la odisea de bajar mi equipaje incluyendo la ya conocida y pesada maleta de mis versos. Os recuerdo lo que paso a mi llegada a CDMX con mi antigua maleta que quedó inservible con su doble barra telescópica totalmente destrozada por la fuerza de la gravedad que le imponía su poética carga. No tuve más remedio que comprarme una nueva maleta, roja flamante, no escatimé en el precio y opté por una que parecía bastante resistente. Era evidente no obstante que no podía arrastrar la maleta sobre sus ruedillas para bajar la empinada escalera porque de seguro hubiera corrido la misma suerte que su predecesora. Había que cogerla del asa y llevarla alzada a peso los dos tramos de la de escalones. Me masajeé el hombro y le eché valor. Puse toda mi conciencia, ayudándome de respiraciones profundas como mandan los cánones del mindfulness y parecía que estaba realmente funcionando. Sorteé el primer tramo de escalones, sin más incidencia que un molesto dolor en el brazo. Ya estaba la mitad del trabajo hecho, ahora tocaba el segundo tramo. Pero nada más abordar el primero de sus escalones escuché un rasgado. ¡Horror, se había roto el asa de mi nueva maleta por uno de los remaches! Tuve que hacer verdaderos equilibrios sobre el estrecho escalón para alzar la maleta rodeándola fuertemente con mis dos brazos como si estuviera abrazando a una amante. Como la maleta me quedaba delante de mis narices, no podía ver donde pisaba y tuve que iniciar un lento descenso, palpando temblorosamente con mis pies cada uno de los escalones. El esfuerzo, la tensión y el miedo hizo que aumentara mi hiperventilación, con respiraciones todavía más fuerte que, a propósito de amante, sonaban a otra cosa. Cuando llegué al descansillo de la planta baja, en un último esfuerzo deje posada al fin la maleta en el suelo y fue cuando vi desde la recepción, la malévola sonrisa indisimulada del adolescente, aquel de pelo encrespado, piel cobriza y ojos amerindios que había estado presenciando la cómica escena sin inmutarse. Inspeccioné rápidamente mi nueva maleta siniestrada, afortunadamente en esta ocasión los efectos no habían sido tan catastróficos. Sorteado el obstáculo de las dichosas escaleras y una vez en llano saqué la barra telescópica y comprobé que podía desplazarla fácilmente. La verdad es que respiré aliviado, los daños habían sido menores. Entregue la llave y me despedí del adolescente con un hasta nunca, saliendo pitando de aquella pensión para coger un nuevo un taxi que me llevara al aeropuerto.
Afortunadamente no hubo más incidencia, cuando llegué facturé mi nueva maleta, ¡otros nuevos 70€ por el nuevo trayecto desde Ciudad de México a Ciudad de Guatemala! Me puse mentalmente a hacer recuento del coste que me estaba suponiendo pasear mis libros por media Centroamérica, incluyendo las dos maletas siniestradas, pero decidí no hacerlo para no envenenarme más. En ese instante me vino a la mente un haiku que escribí en mi libro LA SENDA DEL GENAL. HAIKUTERAPIA. Poesía, camino y espiritualidad. Dice así:
Pesa el petate
piensa bien lo que cargas
en tu viaje
La llegada en avión a Ciudad de Guatemala, fue muy diferente a aquella tan mágica que os conté en la anterior crónica, cuando llegué a México/Tenochtitlán por la noche y desde el cielo las luces de la ciudad me parecieron como estrellas que se reflejaban en el mítico lago Texcoco. Para empezar era de día, y desde megafonía, nos dijeron que estábamos sobrevolando la ciudad, y que daríamos varias vueltas antes de aterrizar porque acababa de haber una tormenta y estaban secando las pistas. Aquella incidencia permitió que nuestro avión nos hiciera una improvisada turné aérea sobre la ciudad lo que permitió deleitarnos con su escarpada orografía, sorteada por todas partes de lomas, montañas y quebradas, nada que ver con la inmensa llanura amarillenta donde se aloja CDMX.
Desde el avión
la ciudad y la selva
verde se abrasan
Sin embargo, cuando tomas tierra, empiezas a ver no pocas similitudes con la mega urbe mexicana, la intensidad y los contrastes radicales, el endiablado tráfico, ese ruido de fondo atronador… Pero algo matizados, tenemos que tener en cuenta que la población de CDMX supera los 22 millones de habitantes, mientras que la capital guatemalteca no llega a los tres millones y medio, en estas cuestiones el tamaño si importa. También hay diferencias entre el carácter generalmente más explosivo mexicano y el más atemperado de los chapines como se conoce popularmente a los habitantes de Guatemala.
Desigualdad y pobreza
Por supuesto otra clara semejanza entre las dos capitales es la enorme desigualdad, algo que siempre nos vamos a encontrar en mayor o menor medida, en cualquier ciudad de Latinoamérica a la que vayamos. No es posible hablar de Guatemala sin abordar este tema, igual que en el caso de CDMX, también esta ciudad contiene muchas ciudades. No tiene nada que ver por poner sólo un ejemplo el flamante y lujoso barrio de Ciudad Cayalá con La Limonada, un barrio en la zona centro donde se acinan más de 60.000 personas en una situación de extrema pobreza. A pesar de ésta realidad radicalmente fundamental de la desigualdad, Guatemala sin embargo se nos presenta a primera vista como una ciudad moderna, con su centro bien definido, lleno de rascacielos, comercios y otros edificios homologables a la de cualquier urbe de nuestro primer mundo. Pero en cuanto miras con un poco de atención, se rasga el velo de esa apariencia.
Desde lo lejos
las chabolas parecen
bellas casitas
En el extremo de la pobreza y la desigualdad, está como no, los pueblos originarios, mayoritarios en este país, con más de 15 millones de personas que se autoidentifican como indígenas. Esto incluye una amplia gama de comunidades y diferentes grupos étnicos, incluidos los Mayas (que representan la comunidad indígena más grande del país), los Garífunas y los pueblos Xinka. La realidad de pobreza y marginación de estas comunidades es incontestable, según el censo del 2018, el índice de pobreza alcanza 79.2%. El 60% de niñas y niños indígenas menores de 5 años sufren de desnutrición crónica. Cabe destacar que la pobreza impacta en mayor medida a las mujeres.
Mujeres mayas
disfrazan su pobreza
con mil colores
El misterio del PROYECTO LA CORONA
No quiero continuar estas crónicas sin mencionar, aunque sea brevemente el curioso lugar donde me alojo dentro de la compleja Ciudad de Guatemala y desde donde ahora mismo estoy escribiendo esta crónica. Me lo facilitó mi gran mentora guatemalteca, la doctora Ana Alicia Cobar, responsable del Posgrado de Artes Expresivas de la UVG y responsable por lo tanto también de que yo a ande por acá. Cuando le dije que estaba buscando un lugar económico cerca de la universidad, me paso por whatsapp un anuncio que decía: Se alquila apartamento para estudiantes, Colonia El maestro zona 15, Para más información PROYECTO CORONA y un número de teléfono. No me dio ninguna otra explicación, ¿Proyecto La Corona? para mi era un completo misterio, no sabía si era un hotel, una residencia de estudiantes, o una propiedad de un amigo. Desde luego el alojamiento era ideal, las fotografías tenían una pinta estupenda con cocina y baño propio y cerca de la universidad. Les mandé un mensaje y el precio también se ajustaba a las mil maravillas a mi ajustado presupuesto. No me lo pensé, rápidamente cerramos las fechas. Sin embargo no me dio por preguntar que demonios era eso de Proyecto Corona.
El misterio no se resolvió hasta el mismo día en que llegué aquí. Mi única información era una ubicación en Google maps y el número de teléfono de una tal Analy que al parecer era la que se encargaría de alojarme. Nada más aterrizar le mande un mensaje diciendo que ya había llegado y Analy me contestó estupendo, le esperamos. Del aeropuerto concerté un vehículo que me llevo a la dirección y me dejo delante de una fachada que no tenia nada de especial, era como las otras viviendas de la calle, una casa con jardín de una sola planta, pero ningún cartel ni logotipo que diera pista de a donde había llegado. Llamé a mi contacto diciéndole que estaba en la puerta y me dijo ok, ya salgo. Al instante asomó por la puerta Analy que con una simpática sonrisa y estirando su mano se me presentó como la administrativa del Proyecto Corona.
—Perdona, ¿Qué es el Proyecto Corona?
—No me digas que no te han explicado nada.
—Pues no.
—Pasa que te lo enseño.
Entre con ella detrás de aquellos muros y me encontré con un jardín lleno de grandes cajas de plástico con unas pegatinas, donde aparecía una inscripción misteriosa, PRALC CORONA y una numeración. Ante mi cara de sorpresa Analy empezó a explicarme, resulta que las iniciales PRALC sé correspondían a Proyecto de Recuperación Arqueológica La Corona una iniciativa apoyada por la UVG, eso explicaba que yo estuviera aquí. Me contó que La Corona es una importante ciudad maya descubierta en el año 1996 en la región del Petén. El nombre de Corona deriva del hecho de que contiene un conjunto de cinco templos cuya planta arquitectónica se asemeja a una corona. Así que eso resultó ser el Proyecto Corona, aquellas cajas contenían restos arqueológico traídos desde el lejano yacimiento que está en el interior de la extensa selva del Petén. Es alucinante pensar en las sorpresas que todavía estarán oculta debajo de la inmensa floresta de Guatemala.
En la gran casa, había un equipo de 7 u 8 personas la mayoría gente muy joven, todos estudiante o titulados en arqueología o en historia, que trabajaban clasificando las piezas del gran puzle que forman aquellos pedacitos de cerámica precolombina. Aquí no cabe contar a fondo el interesantísimo Proyecto Corona, pero para quien tenga curiosidad os dejo el enlace a su página de Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/La_Corona_(sitio_arqueol%C3%B3gico)
No voy a poder ir a ver el yacimiento de La Corona, está en una zona muy lejana y complicada del nordeste, cercana ya a las fronteras con México y Belice pero quien sabe, como se suele decir, siempre hay que dejar algo por ver, para el próximo viaje.
Juntar las piezas
del gran rompecabezas
de La Corona
La verdad es que he tenido mucha suerte, el sitio no puede ser más tranquilo y estoy en la gloria, sin distracciones cuando como ahora me pongo a escribir. Analy, Marissa, Diego y los demás miembros del equipo son encantadores, me han ayudado en todo lo que les he pedido, me han permitido dejar parte de mi equipaje en mi apartamento durante mis salidas. No es por nada que después de mi ajetreado periplo por El Salvador y CDMX, regresar al Proyecto Corona haya sido como volver a casa, esta mi provisional y singular casa guatemalteca.
Días de lluvia y haikus
La temporada de lluvia complica gravemente el ya de por si complicado tráfico de esta ciudad. Una parte importante de mi tiempo en esta semana, me la he pasado mojándome de lluvia mientras que esperaba la llegada de mi carro que tenía que llevarme a algún destino. Pero pese a los inconvenientes, también ha sido toda una experiencia recorrer en coche esta ciudad bajo la lluvia.
Cae lluvia gris
enloqueciendo más
a esta ciudad
La lluvia aquí no avisa, hace un sol de justicia y de repente todo se oscurece y se descarga la tromba de agua. Y una vez que empieza, no sabes si será una cosa de minutos o de horas. Eso hace que sea imprevisible y que nunca sepas si ir en pantalones cortos y chanclas o coger el chubasquero y el paraguas. Y yo no sé porqué pero casi nunca acierto. En esto de la lluvia, a pesar del caos en otras materias, en CDMX estaba todo como mucho más claro. Durante los 5 días de mi estancia mexicana, siempre ha hecho sol por la mañana y hasta media tarde, donde las negras nubes aparecían para descargar con furia sobre la metrópolis. Así que uno sabía a que atenerse.
Curiosamente, esta primera semana de septiembre en la Ciudad de Guatemala con la lluvia, además de brotar hierbas y flores, también lo han hecho los haikus. Como he explicado ya en la introducción a esta crónica, esta ha sido una semana prolifera en eventos poéticos donde este micropoema japonés ha sido el protagonista indiscutible.
Como la selva
los haikus también brotan
bajo la lluvia
Ahora sí, una vez ya puestos en contexto, os dejo aquí el bello e intenso calendario de estos días de lluvia y haikus:Martes 3 de septiembre. En el PROYECTO AIGLE GUATEMALA, de mi mentora y amiga Ana Alicia Cobar que se definen como una opción diferente de atención a la salud mental y al bienestar socio-psicológico y emocional. Más info en https://proyectoaigle.org.gt/
Miércoles 4 de septiembre. Ese día hubo doble ración, por la mañana en hospital UNOP, realicé mi taller hakus con menores pacientes oncológicos de la mano de las trabajadoras y voluntarias de la asociación AYUVI, Gaby, Berta, Analú,…. Más información sobre AYUVI en https://ayuvi.org.gt/
Y por la noche participé en el programa del colectivo poético Luciernaga con el título Arteterapia y poesía. El arte de vivir poéticamente, conducido por Luis Fernando Molina y Alejandra Gonzalez ambos poetas y amigos. Más información sobre Luciérnaga https://www.facebook.com/luciernaga.universal
Puedes ver programa completo en https://drive.google.com/file/d/1TkYUifxJS5w1iasnE-o3nCNpTyLrrv6J/view?usp=sharing Jueves 5 de septiembre. Con alumn@s y docentes de la Universidad del Valle de Guatemala, de nuevo gracias a Ana Lizca y el equipo de la Facultad de psicología. Más información sobre la UVG en https://www.uvg.edu.gt/
Sábado 7 de septiembre. En el Espacio de Arte y Arteterapia INART regentado e impulsado por mis exalumnas de posgrado y amigas Ana Lizca y Mafer. Más información sobre INART en https://www.inartgt.com/
Cuando estoy acabando esta crónica van a dar las 21:O0 hora local de Guatemala de este domingo 8 de septiembre. Su redacción me ha llevado parte de la tarde/noche de ayer y casi todo el día de hoy, pero cuando ahora la releo me asombro de cuanta vida puede caber en una semana.
Abre los ojos
toda la vida es haiku
si miras bien
Mañana dejo la ciudad y me adentro a la Guatemala rural y más indígena. Mi destino uno de los lugares más bonitos y mágicos de este país, el lago Atitlán, pero eso ya será materia de la siguiente crónica.
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